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Carolina Quiroga-Stultz

15 - Mitos


Hace mucho tiempo las personas vivían en el cielo, hasta que un agudo cazador encontró una abertura que lo llevó a descubrir la hermosa tierra donde vivimos. En el epílogo exploramos la etnia Warao y sus creencias. Finalizamos con un mito que asegura que nuestros ancestros llegaron del inframundo.

Fuentes:

1. Artículo digital: Mitos fundantes en la fuerza espiritual de los Warao de Venezuela escrito por Jenny González Muñoz. Publicado en Patrimonio y Memoria São Paulo, Unesp, v. 10, n. 2, p. 91-106, julho-dezembro, 2014.

2. Libro: Tales from the Rain Forest. Myths and Legends from the Amazonian Indians of Brazil. Retold by Mercedes Dotson and Jeanne Wilson. Published by Ecco Press.

3. Artículo digital: Mitos de creación de la cuenca del Orinoco por Ronny Velázquez. Publicado por Fundación Editorial El perro y la rana, 2017 (digital)

4. Artículo digital: The Orinoco Delta. Land of the Warao. Cultural Heritage Conservation and Sustainability, texto por Laura Ruiz


Cuando los ancestros bajaron del cielo

Versión por Carolina Quiroga-Stultz


En un principio no había ni un solo Warao en la tierra, solo animales y plantas. Todos los antepasados Warao vivían en alguna parte del cielo, en el Kuimare, el mar de arriba, donde se hacían eternos.


Dicen que el primer abuelo Warao se llamaba Auralá y era el jefe de la gente que vivía arriba. Auralá tenía un amigo que se llamaba Etoare, también conocido como ¨buen brazo¨ porque como el apodo lo indicaba era muy bueno con la flecha y el arco.


Un día en que Etoare vino a visitar a Auralá, el joven Etoare aprovechó para quejarse: Auralá, siempre es que pasamos calamidades y trabajos aquí. Ahora último ya no conseguimos nada bueno que comer. Ya no hay pescado de morocoto, ni cazamos picure, ni lapa, ni encontramos fruta de la palma del moriche. Apenas nos queda yuca.


Mientras los dos amigos hablaban y pensaban en que debían hacer al respecto, un pájaro se posó en las ramas de un árbol cercano. En ese momento Auralá dijo: Etoare mira ese pájaro, usa tu buen brazo y cázalo y así por lo menos tendremos algo que comer.


Etoare tomó una flecha, templó el arco y disparó. Pero no acertó, la flecha fue a parar al conuco, a la parcela de tierra cultivada. Así que sin darse por vencido Etoare tomó otra flecha, templó el arco, disparó, pero tampoco acertó. El pájaro salió volando lejos. Como no tenía más flechas que disparar Etoare fue a recoger las dos que había perdido.


Cuando encontró la segunda flecha, no muy lejos de donde había caído la primera, trato de extraerla, pero la flecha se hundió en la tierra.


De nuevo agarró la flecha con ambas manos, plantó los pies en la tierra y jaló con todas sus fuerzas, pero en lugar de sacar la flecha, acabó con ambos brazos casi enterrados en la tierra. Con cuidado los sacó y con sorpresa vio que el hoyo que habían escarbado su flecha y sus brazos era una ventana. Es decir, que a través del hoyo se podía ver otro mundo allá abajo. Una tierra con árboles, animales y plantas. El bendito Orinoco.


Curioso al respecto Etoare, fue a pedirle a su amigo las cabuyas de su chinchorro y su hamaca para hacer una soga con el pretexto de que iba a recuperar su flecha que se había caído al otro lado. Y cuando regreso, el hoyo se había hecho más grande. Etoare ató la soga a un árbol, le hizo nudos para que de tanto en tanto pudiera descansar mientras descendía y soltó la soga por el hoyo.


Luego con mañita comenzó a bajar por la soga, pasando un cielo hermoso por donde volaban pájaros que conocía y otros que desconocía.


Una vez puso los pies sobre esa nueva tierra, se dio cuenta que en ese otro lado había muchos morocotos, acures y bastante fruta de moriche.


Después de caminar un rato, cazar otro tanto y asar comida para llevar de regreso a su gente, subió por la soga de regreso a su hogar arriba en el Kuimare. Una vez arriba contó la noticia de su descubrimiento a todos aquellos que se habían reunido alrededor del hueco y lo esperaban con ansiedad.


- ¡Compañeros y compañeras aquí la estamos pasando muy mal, aquí ya no hay comida! ¡Pero yo he encontrado un lugar con muchísima comida! ¡Debemos irnos para allá! ¡Debemos abandonar esta tierra!


Y así, Etoare comenzó a pasarle uno a uno la comida que había traído del otro lado. Con las barrigas llenas ya nadie tenía dudas. Acordaron entonces que esperarían hasta el siguiente día para hacer el viaje. Mientras tanto rayarían esa yuca amarga que llevaban comiendo por mucho tiempo, para tener provisiones durante el camino.


Al siguiente día, los más jóvenes y diestros, hombres y mujeres comenzaron a bajar por la soga cargando su propio chinchorro y contemplando ese hermoso cielo azul y la bendita tierra que les esperaba abajo.


Etoare fue el primero en bajar, lo siguieron mujeres, niños, niñas y hombres fuertes y sanos. Pero no contaban con un pequeño detalle. El hoyo si bien era lo suficientemente grande para que pasara un adulto de talla normal, no lo era para que pasara alguien con unos kilos de más, ni mucho menos una mujer embarazada. Lo cierto es que la mayoría de las personas estaban flacas porque llevaban tanto tiempo sin comer bien, incluso la embarazada, pero de todas formas era la más rechoncha de todos.

La mujer trató con cuidado de pasar su cuerpo por el hoyo, pero solo sus piernas pasaron. La barriguita se le quedo atascada en la boca del hoyo. El abuelo Auralá y todos los demás abuelos o menos fuertes del grupo que aún no habían pasado por el hueco, trataron de empujarla o jalarla, pero nada sirvió. El abuelo Auralá y los demás Warao que no tuvieron la oportunidad de bajar por la soga, se quedaron atrapados en el mar de arriba, en el Kuimare.


Aquellos que se quedaron arriba comenzaron a lamentarse y a echarle la culpa a la pobre mujer, quien con el tiempo se convirtió en la constelación de la osa mayor. Mientras que los otros se convirtieron en el planeta Venus. Sin embargo, hay quienes dirán que fue a la inversa.


Tanto se lamentaron los que no pudieron bajar que comenzaron a maldecir en voz alta. Y de tantas cosas malas que dijeron se convirtieron en jebus. Es decir, en espíritus malignos. Uno se convirtió en la diarrea, otro en el sarampión, otro en el vómito, y así uno a uno se hizo enfermedad.


Dichos espíritus estaban tan enojados por no haber podido bajar a la tierra como los demás Warao, que ahora estaban decididos a hacerle la vida imposible a aquellos que ya estaban al otro lado disfrutándola.


Dicen los Warao que si, todos hubieran podido bajar, hoy día no habría enfermedades y la muerte no existiría.


Y es por eso por lo que los curanderos, wisidatu o piaches son tan importantes en la cultura Warao, porque ellos pueden poner en su lugar a esos resentidos jebus que solo vienen a nuestro mundo a desquitarse con nosotros por no haber podido pasar por el hueco y disfrutar de esta hermosa tierra que nos lo da todo. (Desde agua y frutas para calmar la sed, como plantas para comer o para hacer cosas productivas como el árbol de moriche, de cuya fibra se pueden hacer chinchorros.)


Hasta hoy día los jebus o espíritus hacen lo que pueden para recordarnos que los dejamos atrás hace mucho, mucho tiempo.


Y colorín colorado este cuento se ha acabado


Epílogo


Muy bien mis queridos y queridas oyentes hablemos de los Warao y después les cuento otro mito sobre la llegada de los humanos al mundo.


Los waraos son un pueblo indígena de Venezuela que habita en el delta del Orinoco y en una parte muy pequeña del pueblo de Mosú, en el estado Monagas. Sin embargo, los Warao se han extendido también por lo que es hoy la Guyana y han llegado hasta Surinam, ubicándose en regiones que poseen abundancia de agua. Hoy día su población supera las 45.000 personas.


El nombre Warao significa algo así como ¨los moradores de la canoa¨ porque parte importante de su vida está en la navegación el rio Orinoco y otros afluentes de agua.


A partir de los restos fósiles encontrados en el territorio del delta del Orinoco, se dice que los Warao han habitado dicha geografía por lo menos por 8000 años. Incluso en sus leyendas se habla de eventos geológicos como el istmo que unió el territorio venezolano con la isla de Trinidad hace más de 14000 años.


Igualmente se dice que son el único grupo indígena de Venezuela cuya cultura ha sobrevivido intacta a la conquista y la cristianización. Esto se debió en gran parte a su remota localización.


Siendo los Warao personas pacíficas y tranquilas, con el tiempo han preferido mudarse a lugares más remotos para no tener confrontaciones con otros grupos.


Por ejemplo, se cuenta que en el pasado los Warao prefirieron migrar a otras tierras para no tener que entrar en lucha con los Arawaks y los Caribes. Quienes fueron grupos indígenas mayoritarios sobre los cuales se cuenta que eran atrevidos cazadores y guerreros, que lucharon la ocupación española de sus tierras hasta su misma extinción.


En los años de 1700 los misioneros cristianos que llegaron a las tierras de los Warao convivieron en paz dejando testimonios del carácter noble y generoso de estas gentes. Igualmente, los frailes convencieron a las mujeres de cubrirse el cuerpo y desde allí el atuendo de las mujeres Warao se hizo tradición.


La principal deidad de los Warao es Kuai Mare o “aquel que es feliz y vive allá arriba”, quien cuando camina genera movimientos telúricos y cuando se cubre el rostro causa el crecimiento anual del Río Orinoco.


Otras versiones del mito que escucharon, incluyen detalles como que el cazador iba detrás de un armadillo y cuando el animalito se metió en un hueco en la tierra, el cazador trató de escarbar y así fue como se cayó del cielo a la tierra. Igualmente se menciona que aquellos que estaban arriba plantaron algodón y así fue como hicieron una soga para bajar a ese nuevo y provechoso mundo.


Ahora hablemos de quienes en el mito se quedaron atascados arriba, los jebus. Es decir, los espíritus o entidades inmateriales que habitan en el mundo, en los objetos y en su artesanía.


Los Warao creen que los jebus razonan y tienen voluntad, pueden ser buenos, malos o neutrales con los humanos. Es así como todas las acciones de los Warao son marcadas por la presencia de estos espíritus, convirtiendo así las labores diarias en rituales que buscan el balance.


En consecuencia, el chamán o Wisidatu es el encargado de fumar el tabaco enrollado en palmas del tronco de la Manaca y sonar la sagrada maraca para restaurar el equilibrio, la armonía y paz cuando los jebus están insatisfechos.


Hay mucho más que podríamos decir acerca de este interesante grupo de personas y su fascinante cultura, que al igual que otras culturas nativas está bajo constante amenaza por parte de los gobiernos que no respetan sus derechos, tierras y el medio ambiente; pero prefiero que aquellos que deseen saber más, consulten las fuentes y enlaces que proveo en la transcripción. Y mientras tanto les cuento otro cuento.


Mito 2 - Cómo los humanos vinieron al mundo


El siguiente mito nos llega de la región brasilera de Matto Grosso. Y con el, conoceremos una versión bastante opuesta al mito que escucharon al principio. Según este otro mito, los antepasados de los seres humanos vivían debajo de la tierra.


Hace mucho tiempo cuando los espíritus vivían en los cielos y los ancestros de los indios vivían en el mundo subterráneo, había dos brujos, Aroteh y Tovapod. Ambos vivían juntos compartiendo la misma choza cerca a un claro del bosque donde crecía maíz, papas dulces, nueces, casaba, guaba y otras frutas silvestres. El maíz en particular lo mantenían en pequeños montículos alrededor de la choza.


Un día Aroteh notó que la cosecha comenzaba a escasear. Hablo con Tovapod y decidieron que se esconderían y tomarían turnos para observar a ver quién se estaba llevando su maíz.


Por la noche, después de que Aroteh había terminado su turno y se había ido a dormir, Tovapod quien esperaba con impaciencia que algo sucediera vio con asombro como un brazo salía de por detrás de una de las calabazas. Luego una hermosa mujer se levantó y se dirigió a donde estaba el maíz y la guaba, tomó lo que pudo y así como apareció de por detrás de la calabaza, la mujer desapareció.


Después de sacudirse un poco, Tovapod se levantó y fue al lugar de donde la mujer había salido y vio con sorpresa que había un hueco en la tierra de donde salían brazos humanos, como esperando que alguien les entregara algo.


El hueco era tan pequeño que Tovapod pensó que sólo pequeños seres podían pasar a través de él. Así que empezó a escarbar el hueco, y al tiempo que lo hizo, los brazos que antes se asomaban, se contrajeron y desaparecieron asustados. Pero no pudo excavar mucho porque, había una gran roca que él solo no podía mover.


Así que Tovapod fue a contarle a Aroteh sobre ese otro mundo subterráneo y esas gentes del cual ninguno sabía nada. Aroteh sugirió que le pidieran ayuda al viento para mover la roca. Y así fue como el viento sopló sobre las espaldas de los dos brujos empujándolos lo suficiente para que pudieran mover a un lado la roca.


En ese momento los dos brujos miraron con asombro que bajo tierra vivían personas con pies como patos, quijadas largas, cuernos, narices enormes y afilados dientes. Algunos eran tan feos que hasta tenían colas y casi ni parecían humanos.


Aroteh llamó a todos a que salieran a la superficie. Y así fue como esas gentes tan extrañas les contaron con señas a los dos brujos que por generaciones habían vivido bajo tierra sufriendo hambre. Si no fuera por aquella mujer y los niños y niñas que eran lo suficientemente valientes, delgados y pequeños para pasar por el hueco, todos hubieran perecido de hambre. Porque la mujer y los niños traían la comida a aquellos que vivían bajo tierra.


Y así Tovapod y Aroteh se dedicaron a dar mejor forma a los dedos y dientes de aquellas extrañas personas. Y a los que tenían cuernos o colas se los removieron. Luego les enseñaron la música y el lenguaje.


Algunas de esas personas se quedaron con los brujos, y otros se fueron a esas lejanas tierras que los brujos habían creado al estirar la tierra. Y así los que migraron comenzaron a crear sus propias tribus, idiomas y canciones.


Así como lo han hecho todos aquellos que en algún momento tomaron la decisión de dejar su amada tierra y salir en busca de oportunidades o como los Warao en busca de estar en paz. Así como lo están haciendo los hermanos y hermanas venezolanos, Centro Americanos, Africanos y Asiáticos en éste mismo momento.

Y eso es todo por hoy. Tres cuentos les dice que de dónde sea que venimos, del cielo, del inframundo o de otro mundo, todos vamos para el mismo lugar, así que mejor disfrutemos, cuidemos y compartamos lo que tenemos.


Con estos últimos cuentos, concluimos la triada sobre los Mitos de Creación. Volveremos de nuevo en abril ésta vez con tres cuentos de la Literatura Latinoamericana.

Hasta el siguiente cuento, adiós.


Créditos:

Running_Through_The_Forest – Doug Maxwell, Media Right Productions

Magical_Forest – Sir Cubworth

The_Curious_Kitten – Aaron Kenny

Magical_Dirt – Sir Cubworth

Fond_Memories – SYBS

We_Were_Once_Kings – Silent Partner

TipToes – Myuu

Sneaky_Business – Biz Baz Studio

Distant_Lands - Hanu Dixit

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